Comenzamos una serie de artículos que tienen como objetivo aprender a redactar normas de convivencia para un buen funcionamiento de la clase.

Normas de convivencia en clase | Tiching
Todos los profesores comienzan el curso dedicando algunos minutos a explicar las normas de convivencia que rigen su clase. Es una de las cosas que tenemos que hacer como docentes para lograr una buena gestión de aula. Algunos profesores, sobre todo en grados más altos, prefieren crear esas normas junto con sus alumnos. A menudo, estas normas de clase se escriben con frases negativas. Estamos acostumbrados a ver normas expresadas con las palabras “no” o  “prohibido”, sin embargo no es una forma eficaz de expresar las normas de una clase.
Una norma expresada con una frase negativa confunde a quien la lee. Con este tipo de redacción, al alumno se le dice solamente una de las cosas que no debe hacer, pero no se le explica claramente que es lo que se espera que haga.
Si escribimos algo como “No se corre por el pasillo”, dejamos un abanico de posibilidades abiertas a nuestros alumnos que estarán encantados de probar, y con razón: “¿y si gateo?”, “¿y si me deslizo como una serpiente?”, “¿y si avanzo por el pasillo dando saltos?” son algunas de las ideas que se les pueden pasar por la cabeza a los más pequeños. Y no les falta razón. 
Nuestra norma expresada como “No se corre por el pasillo”, no prohíbe ninguna de las anteriores posibilidades. Como adultos, hemos interiorizado la idea de que si no se puede correr, se sobreentiende que tampoco se podrá saltar, gatear o arrastrarse por el suelo. Los niños, afortunadamente, aún no sobreentienden nada. Y hacen bien.  
Por eso, un profesor eficaz formulará la regla con una frase en positivo. Una frase como “Caminamos en silencio por el pasillo” informa mucho mejor a los alumnos de lo que se espera de ellos. Este nuevo formato de norma aporta detalles no sólo de la manera en que hay que moverse por el pasillo, sino que además da una idea del volumen de voz aceptable en el interior de un centro escolar. 
Tengo que darle la razón a quien inventó este eslogan. En clase, prohibido prohibir.

Fuente: http://blog.tiching.com/prohibido-prohibir-normas-de-convivencia-en-positivo/

En la actualidad, están surgiendo muchas metodologías educativas supuestamente revolucionarias. A grandes rasgos, se puede decir que una metodología tiene que tener en cuenta las diferentes competencias que se quieran desarrollar, al mismo tiempo que debe implementar el aprendizaje de ciertos conocimientos de una materia en concreto, sin olvidar la atención a la diversidad, los diferentes estilos de aprendizaje y los intereses de los alumnos.

Cada una de esas nuevas metodologías defiende que esos objetivos se pueden conseguir mediante su uso. Hasta cierto punto, se podría decir que son aspectos alcanzables, tanto con cualquier metodología como con ninguna. Y es que, al final, en gran medida, un porcentaje muy alto del éxito de una metodología no depende de su teoría, sino de su puesta en práctica, y esa es labor del docente. El profesor es el que va a lograr que una metodología funcione, no por la metodología en sí misma, sino por su manera de aplicarla, por su adaptación a un contexto concreto de enseñanza y aprendizaje, por su flexibilidad y por su capacidad de cambio y reestructuración sobre la marcha. Un profesor es un observador creativo y, en muchas ocasiones, espontáneo: tiene que estar preparado para salir al paso “de lo que surja”, con los recursos que tenga a su alcance.Multimetodologia | Tiching
Cuando se habla de innovación en la escuela, se hace referencia al hecho de ser creativos, el cambiar las viejas prácticas pasando por una transición de lo conocido hacia lo que no lo es, pero en busca de la transformación del acto educativo. Esto implica pasar a la acción, lo que para algunos docentes se podría tornar incómodo.
Si se hace un ejercicio reflexivo y crítico de la película-documental La Educación Prohibida, se pueden encontrar elementos en los que se debate las formas de la educación moderna. En ella se propone la necesidad de un nuevo paradigma educativo y se cuestiona el sistema tradicional, que carece de condiciones frente a las diferencias y plantea un escaso ofrecimiento para lograr una educación de calidad, al no incluir algunos tópicos que refieren la formación del ser desde sus capacidades e intereses.

La escuela de hoy está caracterizada e identificada desde la aplicación de un modelo conductista, en el que se establecen unos parámetros que mantienen el estado de confort de muchos actores de la educación, quienes a su vez desvalorizan el uso de la palabra de los estudiantes generando resentimiento y exclusión. Unos estudiantes que anhelan avanzar hacia una educación integral, en la que se les integre fundamentalmente como personas.
Aunque existe de parte de algunos docentes cierto temor para arriesgarse a pasar de lo predecible hacia lo impredecible, es hora de traspasar ese paradigma hacia el deseado cambio. Un cambio que debe partir desde las aspiraciones de cada uno, en ese afán de innovar desde el aula de clase. Sería reflexivo acogerse a las palabras de Einstein, que invitaba a “no hacer siempre lo mismo, si se busca resultados diferentes”, pero, primordialmente, se deben hacer las cosas con gusto y con el corazón.
La sociedad del siglo XXI vive en continuo cambio, y con ella también el conocimiento. La llamada Sociedad del conocimiento implica cambios profundos que involucran nuevas demandas cognitivas y nuevas capacidades. Por ello, requiere nuevas formas de enseñar y nuevas formas de interactuar en la escuela. Los centros educativos no deben estar ajenos, más aún cuando se cuenta con estudiantes con ritmos y necesidades diferentes, y que requieren una atención desde las diferencias.
¿Por dónde empezamos?
Es tiempo de cambio, y ese cambio debe comenzar con la forma de concebir al estudiante. Es tiempo de hacer un miramiento a ese ser que se desarrolla individual y colectivamente, reconociéndolo como sujeto que requiere, no solo ser acogido como persona a quien impartirle conocimiento, sino también una persona sedienta de afecto y orientación desde sus potencialidades y necesidades. Así que se hacen necesarios procesos para generar oportunidades de transformación positiva y crear espacios de formación, donde la educación crezca de la mano con un estudiante humanizado.
Por esta razón, se exhorta pensar en un Nuevo Paradigma Educativo de la Educación. Un paradigma que dimensione al estudiante como un individuo con derechos incluyendo su valor intrínseco. Un ser humano a quien se le respete como persona autónoma para desempeñarse y tomar decisiones, con un respeto enmarcado desde la espontaneidad individual a través de la acciones. Un ser a quien se eduque con sentido desde la libertad, sin descuidar sus límites, a quien se le brinde una razón de ser con coherencia de criterio y ejemplaridad, para que se sienta acompañado y atendido desde su integralidad de acuerdo con sus necesidades e intereses propios.
Es imprescindible el rol que desempeña el maestro de hoy, incluyendo sus retos y desafíos. Se requiere un docente actualizado y preparado para enseñar a pensar, un docente con vocación de servicio, apasionado y motivado por el interés de un alumno que aprende. Un educador que acompañe los procesos de búsqueda hacia la innovación partiendo de lo que le ofrece el entorno social, y lo que se puede desarrollar desde la libertad.
De esta manera, se podría afirmar que se está trabajando en la búsqueda del cambio, un cambio que surja desde el maestro, desde su actitud, desde esa transformación personal, como cambio paradigmático que avance hacia el bienestar del ser humano y que conlleve a la formación de seres autónomos, libres, críticos y constructores de futuro.

Por Mario de Jesús González Cano
Psicólogo y licenciado en educación básica y Magister en Educación. Preocupado por la transformación del quehacer escolar en la búsqueda de la interacción significativa.
Fuente: http://blog.tiching.com/cambio-paradigma-la-escuela-del-siglo-xxi/